Varios textos de historia tradicional nos han informado que Atahualpa fue capturado por los españoles el mismo día que entraron a Cajamarca, en noviembre de 1532, para tenerlo en prisión hasta julio de 1533 y ejecutarlo.
Sin embargo y tras varios años de investigación, basados incluso en estudios arqueológicos desarrollados por eminentes personalidades en este campo, el historiador quiteño Luis Andrade Reimers+, nos sugiere una versión mucho más creíble que la expuesta por algunos cronistas españoles tradicionales, y divulgada por varios de nuestros historiadores.
Esto en sus dos obras, «Biografía de Atahualpa» y la «Verdadera Historia de Atahualpa».
Atahualpa y Huascar
En primer término, Huaina Cápac, nació en Tomebamba, cuando su padre Túpac Yupanqui y su esposa Mama Ocllo, se encontraban en las que ahora son tierras ecuatorianas y cuando estaban en plena guerra.
Al sobrevenirle la muerte a Túpac Yupanqui, Huaina Cápac heredó el trono, pese a que había varias provincias que se alzaron en contra, sin embargo los quipucamayos decían que «fue el que más trabajó por mejorar las condiciones del Tahuantinsuyo».
Huaina Cápac finalmente se casó a los cincuenta años con la bellísima Tupac Palla o Palla Coca, originaria de Caranqui, con quien tuvo un hijo que lo llamó Atahualpa, por otra parte los quipucamayos en 1542 afirmaron que «Guaina Cápac Inga tuvo por mujer en el Cuzco, la coya Rava Ocllo, la cual fue mujer y hermana y no tuvo más de un hijo varón con ella, que fue Topa Cusi Vallpa, (Huáscar)«.
Entre Atahualpa y Huáscar había una diferencia de 3 o 4 años, siendo mayor el primero, sin embargo el más querido por Huaina Cápac era precisamente el guerrero nacido en Caranqui.
Cuando Huaina Cápac llegó al Cuzco fue recibido con ovación, no así su esposa y su hijo (Atahualpa), éste tuvo que acostumbrarse a un clima de hostilidad por parte de los seguidores de Huáscar, quienes tenían esa creencia de ser de sangre divina, por lo tanto él era un mestizo que no merecía un buen trato, su madre también recibió la misma dosis de odio.
Sin embargo de todo esto, Atahualpa fue formado como un guerrero en esa región y en todas las pruebas y competencias demostró ser el mejor.
Pasaron los años y Huaina Cápac junto con Atahualpa regresaron a Quito, donde se sintió como en casa pues había desarrollado un gran afecto por sus habitantes desde que se casó con la princesa de Caranqui, pese a tantas guerras suscitadas por una década en esos territorios.
Al poco tiempo enfermó de «unas pestes» (viruela), solicitó hablar con su hijo a quien le advirtió sobre los peligros de unos extraños personajes que se los veía en las costas del pacífico embarcando y desembarcando, aunque también le dijo que podrían ser seres divinos que bajarían para fortalecer la raza y el futuro.
Además pidió a su hijo que no exista confrontaciones con su otro vástago Huáscar y por ello en su testamento lo dejó en claro, el Reino de Quito, estaría al mando de Atahualpa y el Cuzco del segundo, así el Tahuantinsuyo no se dividiría por guerras y más bien se consolidaría.
Tras la muerte de Huaina Cápac, Atahualpa se dedicó a organizar su territorio. Cuando llegó la noticia hasta Cuzco, en cambio los acontecimientos fueron diferentes, Huáscar se hizo proclamar como hijo legítimo y heredero del trono, todos en el Cuzco lo festejaron.
Más tarde habría de llegar los restos de Huaina Cápac, junto con un cortejo de ancianos que traían en sus manos el testamento para que también fuese leído por Huáscar, sin embargo él ya sabía cuáles eran las noticias, rechazándolas tajantemente e impidiendo que lleguen a manos de su madre. Por ello mandó a matar los ancianos y desaparecer el testamento.
El no saberse dueño de todo lo llevó hasta la locura y empezó un odio enfermizo por Atahualpa, por lo que organizó ejércitos para recuperar todos los territorios que su padre había conquistado y ser el monarca absoluto.
La primera batalla se inició en Mocha donde al mando de Atoc, fue la única que vencieron los guerreros de Huáscar, el resto de contiendas las dominó totalmente el llamado último Inca, gracias a sus generales Quisquis y Calicuchima.
Luego de esta provocación por parte de Huáscar, Atahualpa sintió deseo de conquistar todo el Tahuantinsuyo y así lo hizo llegando hasta Cajamarca, ordenando la aprehensión de su hermano y su madre en la ciudad del Cuzco.
Cabe destacar en este punto y como lo reflexiona Luis Andrade Reimers, Atahualpa no tenía ambiciones de ocupar el trono del Cuzco, pues sabía que todos los de esa región lo odiaban por ser mestizo, la toma se dio por el rechazo al dogma cuzqueño de su supuesta divinidad con la que predominaban y cometían una serie de injusticias y atrocidades sobre los pueblos indígenas y mestizos.
Atahualpa: «Yo salí de Quito con la intención única de defender el pequeño Reino perdido por mis abuelos maternos y devuelto por mi padre, Huaina Cápac. Comenzada la campaña, creí que era indispensable abatir el orgullo de la ciudad de Tomebamba colonizada por incas de «sangre pura». Así se hizo. Pero la amenaza racista del centro y sur del Tahuantinsuyo fue tan real, que me vi forzado a avanzar con mi ejército hasta aquí y más tarde hasta el Cuzco… Hoy que hemos ocupado esas conquistas, pues el racismo ha de renacer tan pronto como salgamos de Cajamarca. Debo, pues, mantener el Tahuantinsuyo bajo nuestras Fuerzas Armadas.»
Esta guerra con su hermano y con los incas supuestamente divinos, dejó una secuela de muerte, sangre y dolor, pero no habría sido el único mal a combatir por parte de Atahualpa, pues estaban por llegar ¡sus peores enemigos!.
Los extraños de Ultramar
En efecto, desde 1492 en que se «descubrió» o invadió América por parte de los españoles en el centro del continente, poco a poco fueron avanzando hasta el sur llegando a las costas del pacífico frente a lo que hoy son los territorios de Ecuador y Perú.
Antes de ingresar a las dominaciones del Tahuantinsuyo, los extraños de ultramar, tuvieron muchas dificultades con los lugareños de cada población, algunos los rechazaron, otros simplemente los dejaron avanzar, otros los ayudaron, sin embargo en algunos enfrentamientos perdieron varios hombres y contingente que habían desembarcado.
En algunas poblaciones que fueron bien recibidos por los nativos, realizaron varios desmanes y excesos, por lo que fueron repelidos inmediatamente.
Tenían algún conocimiento sobre el poderío de los Incas y sobre el nuevo soberano de aquel imperio.
Sin embargo según los estudios que presenta Reimers, el pavor se habría apoderado de ellos antes de tomar contacto con el Monarca.
Alrededor de 160 españoles que finalmente llegaron para solicitar una entrevista con Atahualpa, se encontraban aterrorizados ante la majestuosidad del Tahuantinsuyo y las pocas noticias de cientos de miles de guerreros al servicio del soberano.
Pero él más bien quería recibirlos de la mejor manera, haciéndose a la idea que le dejó su padre, que vendrían unos supuestos «mensajeros del dios Viracocha».
Cuando ya lograron el primer contacto con el último Inca, los españoles temerosos y con cautela se acercaron a él en Cajamarca, intercambiaron algunas opiniones.
Pronto se acercó Gonzalo Pizarro y le dijo a Atahualpa que su hermano Francisco le tenía estima y quería cenar con él esa misma noche en el pueblo de Cajamarca, a lo que Atahualpa replicó que no iría sino hasta el día siguiente y ordenó que se alojasen en los tres galpones de la plaza.
Luego de este encuentro uno de sus generales, el más experimentado, Rumiñahui, tuvo desconfianza de los extraños visitantes, sin embargo Atahualpa le replicó volviendo a señalar lo anunciado por su padre Huaina Cápac, sobre la venida de «unos mensajeros de Viracocha».
Atahualpa tenía pesadillas en varias noches y no lograba conciliar el sueño, la imagen de la muerte de mucha gente y sobre todo la de los niños en Tomebamba, no lo dejaban en paz, un aire de arrepentimiento lo rodeó hasta el día de su muerte.
El viaje y la llegada de los españoles hasta Cajamarca
Antes de proseguir con nuestro relato, vamos a colocar textual algunas citas del libro «La Verdadera Historia de Atahualpa», para que ustedes puedan darse una idea de cómo fue el viaje y la llegada de los personajes de ultramar hasta las inmediaciones de la residencia del soberano.
«Compelidos hacia uno y otro lado por el hambre y la hostilidad de los nativos (originada de sus constantes latrocinios), se hallaron finalmente recluidos en la península desértica de Santa Elena, en donde las enfermedades, el hambre y la sed acabaron por destruir hasta los dementes sueños de Francisco Pizarro y hacerle llegar a la resolución de regresar a Panamá, sin siquiera haber puesto los pies en las fronteras del Tahuantinsuyo («el Gobernador estuvo determinado de volver atrás», Trujillo)».
Diego de Trujillo fue uno de los soldados de infantería de las tropas de Pizarro, uno de los testigos de los hechos.
«En cuanto a la calidad moral de aquella tropa hoy día nos resultan muy reveladoras las treintaiún escrituras redactadas en Coaque desde el 19 de abril hasta el 11 de septiembre de 1531 y salvadas de su desaparición en la Harkness Colletion de la Biblioteca del Congreso en Washington. De estas escrituras notariales, veintiuno se refieren a contratos de compraventa pagaderos a plazos de mujeres traídas para negocio por la tripulación de los navíos españoles desde Nicaragua o cazadas y esclavizadas entre los indígenas de la costa actual ecuatoriana».
«A la mitad del camino, nos dice Hernando Pizarro, «vinieron unos segundos mensajeros de Atabaliba», trayéndoles nuevas remesas de alimentos y un nuevo saludo cordial de parte del Monarca. Para agasajarles de una manera especial, les había despachado, entre otras cosas, un gran cargamento de patos, carne que no era ordinaria para los incas. Pero nuestros acomplejados aventureros, en vez de comprender el gesto del inca, vieron a esas aves «desolladas», como nos lo refiere Trujillo, un símbolo de lo que Atahualpa pensaba hacer con ellos. ¿No es acaso esto un síntoma claro de psicosis que afectaba a jefes y soldados?».
«Pedro Pizarro al escribir, usando el vulgar lenguaje del soldado: «Yo oí a muchos españoles que sin sentillo, se orinaban de puro temor»».
«Aquel campamento asentado a poca distancia del pueblo sobre el valle, con una superficie aproximada de setenta millones de metros cuadrados, lógicamente produjo en sus ánimos lo que el soldado de caballería Miguel de Estete calificó de «harto espanto, confusión y hasta temor»».
«Llegados que llegamos al pueblo, vino un mensajero de Atabalica a decirnos que nos aposentáramos en la plaza». Pero tan aterrados andaban los españoles aquella tarde, que temieron que la autorización de aquel funcionario quizá sería una trampa»
Los españoles asentados en los galpones de la plaza de Cajamarca dispuestos por Atahualpa, no pudieron descansar ni cerrar los ojos, debido a su terror que los hacía ver movimiento de indios, escuadrones caminando de un lado a otro, ruidos de armas, en fin una serie de fantasmas. Toda la noche se turnaron haciendo guardia. Pero finalmente en horas de la mañana se dieron cuenta que todo era producto de su imaginación y miedo.
«Recuerde por otro lado el lector lo descubierto por la arqueología de los incas respecto a las hondas de alpaca, las lanzas y las hachas terminadas en cabezas de bronce y las pesadas masas revienta-cráneos. Con todos estos elementos de juicio y teniendo en cuenta la superioridad numérica de los incas de por lo menos quinientos a uno, podrá juzgar por sí mismo cuales podrían haber sido los resultados, de haberse producido un enfrentamiento verdadero en la población de Cajamarca».
El drama de Cajamarca
Según señala el libro «Biografía de Atahualpa», sería a mediados de noviembre el día del drama en Cajamarca, el soberano ordenó danzantes y fiesta para la bienvenida a los personajes de ultramar. Y ya por la noche empezó la celebración, mientras a los lejos los forasteros no divisaban con claridad que estaba sucediendo y pensaron que Atahualpa estaría preparando una emboscada para acabar con ellos. Craso error de los españoles.
Cuando el Monarca se iba acercando en su litera, de las torres macizas de la plaza de Cajamarca salía un hombre vestido de blanco y se acercó, Atahualpa creyó que realmente podría ser un enviado de Viracocha, éste le habló en su idioma de un Dios Universal y le dio un libro que tenía en la mano, el soberano lo tomó pero al ver que no había nada dentro, lo echó a un lado. Con ello el Padre Valverde se retiró de inmediato.
Atahualpa, no supo comprender esta actitud, mientras a lo lejos pudo divisar un tumulto y una revuelta que le causó admiración. Los españoles desenvainaron sus armas y poco a poco se iban acercando hasta el monarca, matando incluso algunos de los danzantes y hombres que lo acompañaban. Hasta que Francisco Pizarro, ya cerca de la litera trató de detener a los extranjeros recibiendo el mismo herida de una espada agresora, pero impidiendo que matasen a Atahualpa.
Luego de este incidente Atahualpa fue conducido a la torre maciza donde estaban los españoles y allí Francisco Pizarro y sus hombres se disculparon, a través del supuesto enviado de Viracocha.
Prosiguió un conversatorio entre los visitantes y el Monarca a través de los intérpretes sobre los supuestos planes de los primeros, su misión apostólica y «paz entre los pueblos».
En los meses que siguieron al drama de Cajamarca, el cura Valverde empezó a frecuentar al soberano del Tahuantinsuyo, por pedido del mismo y lograron intercambiar ideas sobre la espiritualidad, dejando entrever el Monarca lo arrepentido que estaba por tanta muerte a causa de las guerras, sobre todo con su hermano.
Todo esto sucedía mientras los españoles, a pesar del recibimiento ofrecido por el soberano, lo único que pensaron fue en el oro que poco a poco fueron descubriendo en aquella región inmensa.
Atahualpa con su sabiduría pensaba en el desarrollo del Tahuantinsuyo, luego de conocer los pormenores de lo que poseían los hombres de ultramar en el viejo continente, así intercambiarían varios productos para la reconstrucción del imperio, sin embargo las ideas de los españoles no eran las mismas.
Atahualpa tuvo sabiduría, pero no astucia a la hora de darse cuenta de los planes perversos de los extraños personajes, que para esos momentos ya resultaban familiares, por las varias conversaciones con el Padre Valverde y también con algunos de los «caballeros».
No así Rumiñahui, insistía en sus dudas, al tiempo que se sumó otro de sus generales a esta desconfianza, Calicuchima.
Hubo otro momento después de la celada, en la cual ordenó matar a su medio hermano y a su madre que venían ante él para que abandone su idea de magnicidio y los perdone. En medio camino su cuñado, el general Cuxi Yupanqui, cumplió el encargo y no solo los asesinó, sino que los decapitó y convirtió sus cabezas en tzantzas.
Tres errores que marcaron la acometida de los hombres de Ultramar
1.- El retorno de muchos de sus ejércitos hacia sus hogares, (es decir hasta Quito) luego de las cruentas luchas en el Cuzco.
2.- Dar detalles de la historia de su padre y de su medio hermano Huáscar, todo los sucedido hasta ese momento.
3.- Dejar entrever que poseía todo el oro que los españoles querían para llevar a su rey e intercambiarlos por animales y otros productos que ayudarían al desarrollo del Tahuantinsuyo. «El oro que están buscando vuestros compañeros es poco. Yo os daría diez mil tejuelos y os inchiría de piezas de oro de bohío o habitación, que vos veis abajo en la pradera».
Llegó el último año
Los extranjeros empezaron a «sondear» sobre los ejércitos de Atahualpa con frecuencia, el soberano les respondía con tranquilidad y sin ninguna mala intención, pues sus ideas, como ya lo habíamos anotado, eran de progreso y no de más sangre.
Pero hubo varias ocasiones en que los españoles buscaban al Monarca para inventarse que varios ejércitos se movilizaban con el fin de acabar con ellos, sobre todo el gran maestro del engaño Diego de Almagro, a lo que Atahualpa siempre les replicó señalándoles que si «él hubiera querido aniquilarlos ya lo hubiera hecho sin ningún aviso».
Pero la insistencia de los extranjeros continuó hasta el funesto mes de julio cuando un buen número de soldados españoles al mando de Francisco Pizarro, llegaron hasta la residencia de Atahualpa y fue el capitán español, que se inventó una serie de acusaciones en contra del soberano, que por cierto no eran de su incumbencia, sin embargo y con tono airado le pidió que lo acompañara a un tribunal que ya se había instaurado para ser juzgado.
El error de Atahualpa, fue dar crédito a su locura y acompañarlos hasta ese «tribunal», ordenando incluso que todos sus hombres permanecieran en sus puestos.
Al llegar, notó que todos quienes le habían rendido reverencia en meses pasados, estaban instalados y listos para el «juicio» y empezaron las preguntas acusándolo de situaciones ridículas para ese tiempo, espacio y cultura diferente…
Las acusaciones:
- «Rumiñahui anda en las inmediaciones de Cajamarca listo para atacarnos», es decir supuesta «traición».
- Magnicidio, al saber que mandó a matar a su medio hermano y su madrastra.
- La poligamia, por estar casado con varias mujeres.
Luego de esta payasada, procedieron a encerrarlo en un calabozo, era obvio que todo estaba preparado, pues había una larga cadena lista para prenderlo.
El Inca quiteño sintió un deseo de explotar y exterminarlos con sus propias manos al saber de esta traición.
En el tiempo que estuvo preso mantuvo comunicación solo con el cura Valverde y con sus esposas. El fraile se disculpó aludiendo que también fue traicionado y admitiendo que el oro ofrecido por «su señoría» los enloqueció. Además le supo indicar que todas las inmediaciones han sido tomadas por la caballería española sin dar lugar a reacciones de los indígenas.
El soberano cayó en depresión y en angustia de saber si sus crímenes de guerra le serían perdonados alguna vez.
La muerte del gran soberano del Tahuantinsuyo
Pasaron los días hasta el fatídico 26 de julio de 1533, cuando fue instaurada una vez más una especie de tribunal. Tomó la palabra Francisco Pizarro y volvió a acusarlo de las mismas tonterías que en días pasados, al igual que Diego de Almagro y otros españoles.
Entonces el Inca levantó su voz de protesta y dijo que si debía ser juzgado que sea por el rey de España, los extranjeros se quedaron perplejos, pero hicieron caso omiso a ese petitorio, mientras el Padre estuvo a favor del Monarca todo el tiempo en este «juicio» y les inquirió a cada uno de los peninsulares, recordándoles todo lo que habían pasado en su nación, la afrenta y locura que están cometiendo después de la hospitalidad del soberano, recordándoles también lo enloquecidos que estaban por el oro.
Diego de Almagro, se levantó de súbito y mandó callar al Cura e inmediatamente sentenció la muerte del Gran Atahualpa.
Fue conducido una vez más a las mazmorras y se quedó solo en compañía de Valverde, donde le volvió la melancolía y el arrepentimiento por las faltas cometidas, «seré perdonado algún día» se preguntaba, el fraile le respondió que si se arrepiente de corazón Dios en su infinita misericordia lo hará. Le reveló más sobre el evangelio hasta el punto de bautizarlo.
«A poca distancia de la pira se plantó un alto madero que llevaba una gruesa cuerda en la punta. Allá fue conducido el Soberano victorioso del Tahuantinsuyo. En su rostro y en su cuerpo todo inspiraba estoicismo e indiferencia ante la inminencia de la muerte. La única súplica que salió de sus labios ante la presencia del jefe español fue a favor de sus pequeños hijos. La esperanza en una vida futura se juntó en poco tiempo más con la noche en el cielo de Cajamarca y la esperanza de un nuevo amanecer.» Cita textual «Biografía de Atahualpa».
Por qué no fue defendido por sus hombres
Finalmente ustedes se preguntarán, pero qué sucedió con las tropas que estaban cerca y miles de indígenas al servicio de Atahualpa que ¡no hicieron nada por defenderlo!. Pues bien, muchos de los pueblos que incluso estaban en territorios del Reino de Quito, y que se creían descendientes de la divinidad inca, no estaban de acuerdo con las actuaciones de Atahualpa y también lo traicionaron poniéndose a la orden de los españoles, que como ya dijimos, con su astucia envolvieron a los indígenas prometiéndoles diversas circunstancias que jamás cumplieron.
Historia tradicional
La historia tradicional sobre la captura de Atahualpa, nos relata que los españoles llegaron a la plaza de Cajamarca, enseguida empezó el enfrentamiento con los indígenas, matando a muchos de ellos, e inmediatamente tomaron preso a Atahualpa para tenerlo por cerca de 9 meses y luego ejecutarlo.
Las preguntas son:
¿Cómo 160 hombres pudieron contra miles de originarios para finalmente tomar preso a un «guerrero» como Atahualpa? ¿Acaso eran superhombres Pizarro y compañía?
¿Cómo desde la cárcel, Atahualpa ordena que matasen a Huáscar, pudiendo ordenar que acudan inmediatamente Quisquis, Calicuchima y Rumiñahui para acabar con los intrusos?
Es importante que puedan conseguir estos libros cuyo autor ha realizado una investigación muy exhaustiva, responsable y en varios países, con documentación real para transmitirlo a través de las páginas. Lamentablemente Luis Andrade Reimers, falleció hace algunos años, pero deja un legado creíble sobre lo que sucedió con Atahualpa.
Andrade Reimers, es autor de varios libros de historia y geografía, en cada una de sus obras se ha basado en documentación real para sostener sus apreciaciones.
Ataw Wallpa no Atabalipa
Cabe informar, que de se está difundiendo en las redes una información sobre el supuesto verdadero nombre de Atahulapa, que sería Atabalipa.
De acuerdo con Rincón Peruano, el nombre del último inca del Tawantinsuyu es Ataw Wallpa (en quechua), o Atahualpa (en su versión castellanizada), y no es Atabalipa, ni Atabalica, ni Atabaliba, u otras tergiversaciones lingüísticas similares que aparecen en los escritos de los cronistas de la colonia temprana.