La Revolución Juliana inició cuando la denominada Liga Militar, derrocó al presidente Gonzalo Córdova el 9 de julio de 1925, sustituyéndolo por una Junta de Gobierno que estaba integrada por ocho miembros.
Esta revolución, aseguran historiadores, fue de vital importancia para el Ecuador.
De acuerdo al sitio Enciclopedia de Ecuador, prácticamente desde el mismo momento en que inicia la República de Ecuador en 1830, la banca privada guayaquileña fue la que financió todos los gastos del Estado.
(Actualizado a julio de 2024)
En esa época los gobernantes recurrían a la banca privada a la que exigían empréstitos con la consecuencia de que podrían ser clausurados o sus fondos confiscados.
Esto sucedía porque no existían en aquellos días, instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento y muchas otras que en la actualidad financian al Estado ecuatoriano.
De manera que para construir o realizar alguna obra de importancia para el país, los gobiernos recurrían a la banca privada, que fueron, en definitiva, quienes aportaron con sus capitales para empezar a construir la infraestructura nacional.
Esta situación trajo como consecuencia deudas impagables hasta 1924, porque el Estado las había adquirido con la banca costeña y especialmente con el Banco Comercial y Agrícola que presidía don Francisco Urbina Jado.
Con dineros de la banca privada se financiaba la obra pública, se pagaba los sueldos de la burocracia, y se cubrían todos los gastos que el Estado realizaba o debía realizar.
Y ese dinero, en su mayor parte, era dinero de Guayaquil.
La situación económica del Estado se agravaba entonces por la gran emisión de billetes sin respaldo en oro que -para poder cubrir estos empréstitos- había emitido dicho banco con autorización del gobierno de turno, contando para el caso con una ley monetaria que lo favorecía en todos los aspectos.
Situación similar a la que se viviría posteriormente con las emisiones inorgánicas que de tanto en tanto haría -con el mismo propósito- el Banco Central del Ecuador, que nacería precisamente de la revolución Juliana.
El ejemplo del Banco Comercial y Agrícola fue seguido por otras instituciones bancarias del país, que comprendieron que no había negocio más lucrativo que emitir billetes y concedérselos en préstamo, inmediatamente, al gobierno.
Se abrieron entonces las llaves crediticias de la banca privada de todo el país que empezó a emitir sus propios billetes, desde el valor de un sucre en adelante.
Pero esta situación de financiamiento económico también le había dado a Guayaquil -y especialmente a don Francisco Urbina Jado- un gran poder político que se reflejaba en el hecho que, desde las candidaturas para Presidente de la República, para senadores y diputados, hasta los nombramientos de los Ministros de Estado, generalmente impuestos desde las altas esferas del gobierno, debían ser conocidos y aprobados previamente por el poderoso banco.
Así estaba la política financiera del Ecuador, cuando el 1 de septiembre de 1924 ascendió a la Presidencia de la República el Dr. Gonzalo S. Córdova R., quien llegó al poder en momentos en que el pueblo ecuatoriano empezaba a sentir los efectos de una desestabilización económica de características alarmantes.
Esto fue producto del exceso de circulante que no tenía el debido respaldo de oro, y lo que es peor, cuando el pueblo estaba resuelto a no soportar más una elección presidencial basada en el apoyo de las bayonetas, el oficialismo y el poder económico.
En estas circunstancias, el pueblo organizado desató una fuerte y constante oposición al gobierno reclamándole mayor atención a los problemas laborales y exigiendo sustanciales reformas al sistema económico imperante.
La Revolución Juliana del 9 de julio de 1925
Así las cosas, el 9 de julio de 1925 estalló en Guayaquil una sublevación de militares jóvenes quienes, bajo la jefatura del Myr. Idelfonso Mendoza Vera, apresaron a las autoridades y constituyeron una Junta Militar de Gobierno.
No se derramó ni una sola gota de sangre, pues los generales y oficiales mayores no opusieron resistencia y el pueblo, entusiasmado, se lanzó a las calles para aplaudir y respaldar ruidosamente a los ideólogos de dicho movimiento.
En Quito el golpe fue dirigido por el Gral. Francisco Gómez de la Torre, el único de esa graduación que había tomado parte activa en la conspiración.
Pero atrás de este movimiento se ocultaba la figura del Ec. Luís Napoleón Dillon, hombre resentido con la banca guayaquileña y de manera especial con don Francisco Urbina Jado, ya que éste había denunciado con anterioridad sus intenciones de poner en circulación sus propios billetes hipotecarios, tal cual lo denunció en su oportunidad don Víctor Emilio Estrada Sciacaluga.
“Cuando por breves semanas desempeñé el Ministerio de Hacienda, en el año 1934 tuve el derecho de trastear en algunos cajones de ese ministerio, y allí encontré la razón del 9 de Julio. El Sr. Dillon había querido, poco tiempo antes, poner en circulación sus propios billetes hipotecarios emitidos por la Sociedad de Crédito Internacional. Sin pararse en pelillos había ordenado a la American Bank Note la emisión de los correspondientes billetitos, procedió sin mayor trámite a emitirlos y llenó inclusive la formalidad de registrarlos ante un escribano del cantón Quito…»
Cuando el Sr. Urbina conoció de este proyecto inflacionista lo comunicó al gobierno y éste impidió que el Sr. Dillon sacara a circular tales billetes.
Desde el momento en que el Sr. Dillon se dio cuenta de que el Sr. Urbina y el Banco Agrícola se oponían a estas emisiones inflacionistas se convirtió en un enemigo jurado del Agrícola y de su Gerente, y preparó rápidamente la revolución…
La revolución del 9 de julio no vino realmente por inflación ni por desvalorización del sucre, sino por el despecho de quien quiso emitir billetes falsos y se lo prohibieron…”
(Citado por Guillermo Arosemena Arosemena en “La Revolución Juliana: Evento Ignominioso en la Historia de Guayaquil”, p. 102).
Según Diario El Telégrafo, la primera Junta, cuyo principal personaje político fue Luis Napoleón Dillon, impuso el interés nacional sobre los intereses empresariales privados, realizó fiscalización de los bancos, introdujo por primera vez el impuesto a la renta e incluso uno sobre las utilidades, creó el Ministerio de Bienestar Social y Trabajo, también la Caja de Pensiones, dictó leyes laborales y adoptó otras medidas sociales.
La reacción oligárquica estalló y particularmente la de la plutocracia regionalista de Guayaquil, que afirmó: “el oro de la Costa se quieren llevar los serranos”. Se unieron a ella los periódicos “independientes” que se lanzaron contra la Junta. Dillon fue tildado como “enemigo” de Guayaquil. Su propuesta para crear un Banco Central fue tenida como declaratoria de guerra. Y las medidas sociales y laborales atacadas como “comunistas”.
La Revolución Juliana ¿Un movimiento de la sierra contra la costa?
Después de la segunda Junta, que duró tres meses, el 1 de abril de 1926 los julianos resolvieron nombrar como Presidente a Isidro Ayora (1926-1931), quien concretó el programa reformista con el apoyo de la Misión norteamericana de Kemmerer.
Entonces fueron fundados el Banco Central (1927), la Contraloría y la Superintendencia de Bancos. Además, Ayora reforzó la Caja de Pensiones, la atención en salud y las políticas sociales que transformaron al Ecuador.
La Revolución Juliana, que a su época obtuvo un gran respaldo de las capas medias, amplios sectores populares y de trabajadores, particularmente en Quito y en Guayaquil, inauguró en la historia ecuatoriana dos políticas: la intervención económica del Estado y la institucionalización de la atención estatal a la población trabajadora. Con ello sentó las bases para superar el sistema oligárquico-terrateniente.
Se llegó a sostener que la Revolución Juliana fue un movimiento de la Sierra contra la Costa y que finalmente fue perjudicial para Guayaquil. Sin embargo el movimiento juliano tiene que ser rescatado por la memoria histórica del Ecuador, por la trascendencia de sus reformas, destinadas a garantizar la existencia del Estado-Nación frente al régimen antipatriótico de la bancocracia de inicios de los años veinte.
(La Revolución Juliana, Nación, Ejército y Bancocracia: Juan J. Paz y Miño Cepeda, Pg 8)
Con Información de Enciclopedia de Ecuador, Diario El Telégrafo y La Revolución Juliana, Nación, Ejército y Bancocracia: Juan J. Paz y Miño Cepeda
(Actualizado a julio de 2024)