El Histórico Descubrimiento de las Islas Galápagos en 1535: El Viaje que Cambió la Ciencia para Siempre
El histórico descubrimiento de las Islas Galápagos que sucedió en 1535, fue un acontecimiento que cambió la compresión del pesamiento científico.
Pero…¿Alguna vez te has preguntado cómo fueron descubiertas esas impresionantes islas que ahora conocemos como laboratorio viviente de la evolución?
El descubrimiento de las Islas Galápagos marcó un antes y un después en nuestra comprensión del mundo natural.
Aquel 10 de marzo de 1535, cuando el obispo español Fray Tomás de Berlanga divisó por primera vez este archipiélago volcánico, nadie podía imaginar el profundo impacto que tendría en el pensamiento científico.
Te invito a acompañarme en este fascinante viaje a través del tiempo, donde conoceremos los detalles de este hallazgo accidental que eventualmente revolucionaría nuestra comprensión de la vida en la Tierra.
La Travesía Inesperada que Llevó al Descubrimiento de las Islas Galápagos
Corrían tiempos de exploraciones marítimas cuando Fray Tomás de Berlanga zarpó de Panamá con destino a Perú.
Su misión era bastante política: mediar en un conflicto entre Francisco Pizarro y sus subordinados.
Sin embargo, el destino tenía otros planes.
Las corrientes marinas y la falta de viento jugaron un papel crucial en el descubrimiento de las Islas Galápagos.
El barco de Berlanga quedó atrapado en lo que hoy conocemos como la Corriente de Humboldt, arrastrándolo hacia el oeste hasta estas islas desconocidas.
Imagina la sorpresa de estos navegantes españoles al divisar tierras volcánicas emergiendo del horizonte, en medio del vasto océano Pacífico.
Lo que parecía un desvío desafortunado acabaría convirtiéndose en uno de los descubrimientos más significativos para la historia natural.
Por supuesto, no todos estaban sorprendidos. De hecho, las primeras impresiones del archipiélago fueron bastante negativas.
Pero antes de profundizar en eso, es importante entender quién era realmente el hombre detrás del descubrimiento de las Islas Galápagos.
Fray Tomás de Berlanga: El Hombre Detrás del Hallazgo
¿Quién fue realmente el protagonista de este importante descubrimiento?
Tomás Martínez Gómez, conocido como Tomás de Berlanga, nació en la localidad de Berlanga de Duero, España, alrededor de 1487.
Antes de convertirse en el inadvertido descubridor del archipiélago, Berlanga ya tenía un historial notable.
Ingresó a la Orden de los Dominicos y estudió en el prestigioso Colegio de San Gregorio en Valladolid.
Su carrera eclesiástica lo llevó al Nuevo Mundo, donde fue nombrado prior del convento de Santo Domingo en la isla La Española (actual República Dominicana y Haití).
Pero su destino cambiaría cuando el emperador Carlos V lo nombró obispo de Panamá en 1534.
Fue precisamente en el cumplimiento de sus deberes episcopales cuando se produjo el descubrimiento de las Islas Galápagos en marzo de 1535.
Lo fascinante es que Berlanga no era un explorador o navegante de profesión.
Era un religioso en una misión administrativa que, por azares del destino, se convertiría en el primer europeo documentado en pisar este extraordinario archipiélago.
Sin embargo, el hallazgo no fue exactamente un momento de celebración para Berlanga y su tripulación.
De hecho, las condiciones que encontraron fueron tan desafiantes que casi les cuesta la vida.
La Carta al Emperador: El Primer Registro del Descubrimiento
El 26 de abril de 1535, apenas unas semanas después del descubrimiento de las Islas Galápagos,
Fray Tomás de Berlanga escribió una detallada carta al emperador Carlos V.
Este documento constituye el primer registro escrito sobre el archipiélago y nos ofrece una ventana fascinante a ese momento histórico.
En su misiva, Berlanga describe: «El domingo 10 de marzo de 1535, divisamos una isla, y como el barco tenía falta de agua, decidimos ir a ella para ver si podíamos abastecernos.»
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La descripción que hace de las islas es particularmente reveladora: «Parecía como si Dios hubiera mandado llover piedras.»
Berlanga relata cómo encontraron una tierra árida, volcánica y aparentemente inhóspita.
Menciona la extraña fauna que hallaron, especialmente las enormes tortugas que serían más tarde icónicas del archipiélago.
El obispo y su tripulación exploraron al menos dos islas del archipiélago en busca desesperada de agua dulce.
La situación llegó a ser tan crítica que tuvieron que exprimir cactus para obtener algo de líquido y evitar la deshidratación.
Esta carta es un testimonio invaluable que documenta no solo el descubrimiento de las Islas Galápagos sino también las primeras impresiones europeas de este ecosistema único.
Después de esta experiencia, Berlanga continuó su viaje hacia Perú y posteriormente regresó a Panamá para continuar su labor episcopal.
Poco podía imaginar que aquel desvío forzoso lo convertiría en una figura clave en la historia natural mundial.
Las Primeras Impresiones: Un Infierno en el Pacífico
Contrario a la admiración que hoy despierta este archipiélago, las primeras impresiones tras el descubrimiento de las Islas Galápagos fueron decepcionantes.
Berlanga las describió como un lugar «donde parece que alguna vez Dios hizo llover piedras». La aridez, el paisaje volcánico y la aparente hostilidad del entorno no invitaban precisamente a establecerse allí.
La tripulación de Berlanga enfrentó condiciones extremadamente difíciles.
La falta de agua dulce fácilmente accesible fue el problema más grave.
Para sobrevivir, tuvieron que recurrir a medidas desesperadas como exprimir cactus opuntia para extraer algo de humedad.
Imagina la escena: hombres exhaustos, bajo el sol ecuatorial, en una tierra extraña llena de criaturas nunca vistas, luchando por encontrar agua para no perecer.
Es una imagen muy distinta de las postales turísticas que hoy asociamos con Galápagos.
A pesar de estas dificultades, Berlanga documentó con asombro la fauna única del lugar, especialmente las gigantescas tortugas que posteriormente darían nombre al archipiélago (galápago es una palabra antigua para «tortuga»).
Estas criaturas no solo llamaron su atención por su tamaño, sino que también se convirtieron en una fuente crucial de supervivencia.
La combinación de maravilla y adversidad que caracterizó este primer encuentro establecería la compleja relación que los humanos mantendrían con estas islas durante siglos.
De «Islas Encantadas» a «Galápagos»: La Evolución del Nombre
Después del descubrimiento de las Islas Galápagos, el archipiélago recibió varios nombres antes de obtener su denominación actual.
Los primeros navegantes españoles las llamaron «Las Islas Encantadas», un nombre que puede parecer poético pero que en realidad hacía referencia a cómo las corrientes y la niebla hacían que las islas parecieran «moverse» o «desaparecer».
Este nombre tenía connotaciones casi míticas, como si estas tierras existieran en un plano entre lo real y lo fantástico.
Algunos marineros incluso difundieron historias de que las islas estaban embrujadas o poseían propiedades mágicas.
Con el tiempo, las enormes tortugas que tanto impresionaron a los primeros visitantes dieron paso al nombre que conocemos hoy.
«Galápago» era el término que los españoles usaban para referirse a cierto tipo de tortugas, y eventualmente se convirtió en el nombre oficial del archipiélago.
Es fascinante pensar que estos reptiles, que evolucionaron durante millones de años en aislamiento, acabarían no solo definiendo la identidad científica de las islas, sino también otorgándoles su nombre para la posteridad.
Este cambio de nombre refleja también la transición en la percepción humana: de un lugar misterioso y temible a un tesoro biológico reconocido mundialmente.
Las Primeras Cartografías del Archipiélago
Siguiendo el descubrimiento de las Islas Galápagos, el archipiélago comenzó a aparecer en los mapas, aunque de manera imprecisa al principio.
Uno de los primeros mapas que incluye las islas es el de Abraham Ortelius de 1570, donde aparecen como «Insulae de los Galopegos».
El cartógrafo flamenco Gerardus Mercator también las incluyó en sus influyentes mapas, ayudando a establecer la existencia de estas islas en el conocimiento geográfico europeo.
Sin embargo, la ubicación exacta y la forma de las islas siguieron siendo imprecisas durante décadas.
A medida que más navegantes visitaban las islas, especialmente piratas y balleneros, los mapas fueron ganando en precisión.
Para finales del siglo XVIII, las principales islas estaban razonablemente bien representadas en las cartas náuticas, aunque muchos de los islotes menores seguían sin ser cartografiados con exactitud.
Es interesante notar que durante este período de cartografiado, las islas recibieron múltiples nombres tanto en español como en inglés.
Esta dualidad nomenclatural persistió hasta que Ecuador tomó posesión oficial del archipiélago en 1832 y estableció los nombres españoles como oficiales.
La evolución de la cartografía de Galápagos es un reflejo de cómo el conocimiento humano sobre este archipiélago fue evolucionando gradualmente desde su descubrimiento inicial.
El Olvido y Redescubrimiento: Piratas y Balleneros
Tras el inicial descubrimiento de las Islas Galápagos, el archipiélago cayó en un relativo olvido para el mundo «civilizado».
Durante casi dos siglos, estas islas permanecieron mayormente deshabitadas y al margen de los intereses coloniales.
Sin embargo, a partir del siglo XVII, Galápagos se convirtió en un refugio ideal para piratas y bucaneros que acechaban los galeones españoles cargados de riquezas.
Las islas ofrecían escondites perfectos, con bahías protegidas y suficientes recursos para reabastecerse.
Piratas famosos como William Dampier y Ambrose Cowley utilizaron el archipiélago como base de operaciones.
Cowley incluso elaboró uno de los primeros mapas detallados de las islas en 1684.
Estos corsarios fueron, en cierto modo, los segundos «descubridores» del archipiélago, y sus relatos contribuyeron a mantener vivo el interés por estas misteriosas islas.
Para el siglo XVIII y principios del XIX, fueron los balleneros quienes redescubrieron la utilidad de Galápagos.
Las aguas circundantes eran ricas en ballenas, y las islas proporcionaban un lugar para reabastecerse de agua y comida, principalmente en forma de tortugas gigantes que podían mantenerse vivas en los barcos durante meses sin alimento ni agua.
Esta práctica tuvo un impacto devastador en las poblaciones de tortugas.
Se estima que los balleneros capturaron más de 100,000 ejemplares durante este período, llevando a algunas especies al borde de la extinción.
Paradójicamente, estos visitantes poco preocupados por la conservación fueron quienes mantuvieron a Galápagos en el mapa y en la conciencia del mundo occidental, preparando el terreno para su redescubrimiento científico.
Ecuador Toma Posesión: Un Nuevo Capítulo
El verdadero cambio en la historia post-descubrimiento de las Islas Galápagos llegó en 1832, cuando la recién independizada República del Ecuador tomó posesión oficial del archipiélago.
El 12 de febrero de ese año, el coronel Ignacio Hernández izó la bandera ecuatoriana en la isla Floreana, declarando la soberanía del país sobre estas tierras.
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Ecuador rebautizó las islas como «Archipiélago del Ecuador», aunque el nombre Galápagos persistió en el uso común.
También se les dio nombres oficiales en español a las distintas islas, muchas de las cuales honraban a héroes de la independencia ecuatoriana o a santos.
Los primeros intentos de colonización permanente siguieron poco después.
José Villamil, considerado el primer gobernador de Galápagos, estableció un pequeño asentamiento en Floreana.
La vida para estos primeros colonos no fue fácil; enfrentaron las mismas dificultades de escasez de agua y condiciones ásperas que habían experimentado los navegantes anteriores.
Durante este período, las islas también sirvieron como colonia penal, donde Ecuador enviaba a prisioneros y disidentes políticos.
Esta oscura etapa de la historia post-descubrimiento de las Islas Galápagos dejó historias de crueldad y supervivencia que contrastan dramáticamente con la imagen actual del archipiélago.
La soberanía ecuatoriana marcó el inicio de la presencia humana permanente en las islas y estableció el marco político bajo el cual se desarrollaría su futuro.
Darwin y la Revolución Científica
Si hay un nombre indisolublemente ligado a las Galápagos después de su descubridor original, ese es Charles Darwin.
Tres siglos después del descubrimiento de las Islas Galápagos, el naturalista británico visitó el archipiélago durante cinco semanas como parte de su viaje a bordo del HMS Beagle.
Cuando Darwin desembarcó en septiembre de 1835, no tenía idea de que este breve período transformaría el pensamiento científico para siempre.
Sus observaciones de las variaciones entre especies similares en diferentes islas, especialmente en los pinzones, tortugas y sinsontes, plantaron las semillas de lo que eventualmente se convertiría en su teoría de la evolución por selección natural.
«Es la circunstancia de que varias especies de un grupo estén confinadas a una isla, mientras que otras especies del mismo grupo se encuentran en otra isla, lo que me parece más extraordinario,» escribió Darwin en su diario.
Aunque las ideas completas sobre la evolución no cristalizaron hasta años después de su visita, Galápagos proporcionó evidencia crucial que respaldaba su revolucionaria teoría.
En 1859, cuando publicó «El Origen de las Especies», las observaciones realizadas en el archipiélago ocuparon un lugar destacado en su argumentación.
Es fascinante pensar que un desvío accidental de Berlanga en 1535 conduciría, tres siglos después, a uno de los avances más significativos en la historia de la ciencia.
El descubrimiento de las Islas Galápagos no solo añadió un punto en el mapa, sino que eventualmente cambiaría nuestra comprensión fundamental de la vida en la Tierra.
De Laboratorio Natural a Patrimonio de la Humanidad
En las décadas siguientes a Darwin, el interés científico por las Galápagos creció exponencialmente. Numerosas expediciones visitaron las islas para estudiar su flora y fauna únicas.
El descubrimiento de las Islas Galápagos había pasado de ser una nota a pie de página en la historia de las exploraciones a convertirse en un hito en la historia de la biología.
Este creciente reconocimiento de la importancia científica del archipiélago llevó a la creación del Parque Nacional Galápagos en 1959, exactamente 100 años después de la publicación de «El Origen de las Especies».
Esta designación protegió el 97% de la superficie terrestre del archipiélago.
Ese mismo año se fundó la Fundación Charles Darwin, dedicada a la investigación y conservación.
Su Estación Científica, establecida en la isla Santa Cruz, se convirtió en un centro mundial para el estudio de la evolución y la ecología.
El reconocimiento internacional culminó en 1978, cuando la UNESCO declaró las Islas Galápagos como el primer Patrimonio Natural de la Humanidad.
En 2001, esta designación se amplió para incluir la Reserva Marina de Galápagos.
Hoy en día, casi 500 años después de su descubrimiento inicial, Galápagos enfrenta nuevos desafíos.
El turismo, las especies invasoras y el cambio climático amenazan el delicado equilibrio de este ecosistema único.
La preservación de este laboratorio viviente de la evolución se ha convertido en una responsabilidad global.
El viaje que comenzó con el accidental descubrimiento de las Islas Galápagos por Tomás de Berlanga ha llevado a la humanidad a una mayor comprensión de nuestro lugar en el mundo natural y a una creciente conciencia de nuestra responsabilidad de protegerlo.
Conclusión: El Legado del Descubrimiento de las Islas Galápagos en 1535
El descubrimiento de las Islas Galápagos el 10 de marzo de 1535 representa mucho más que un simple hallazgo geográfico.
Lo que comenzó como un accidente náutico se transformó en uno de los eventos más significativos para la comprensión científica de nuestro mundo.
Desde las primeras impresiones negativas de Berlanga hasta el laboratorio viviente de la evolución que inspiró a Darwin, y finalmente hasta el tesoro natural protegido que conocemos hoy, las Galápagos han recorrido un fascinante camino en la conciencia humana.
Este archipiélago nos recuerda cómo el azar puede cambiar el curso de la historia y cómo la observación cuidadosa de la naturaleza puede revolucionar nuestro pensamiento.
También nos ofrece lecciones sobre la fragilidad de los ecosistemas y nuestra responsabilidad en su preservación.
Casi cinco siglos después del descubrimiento de las Islas Galápagos, estas islas continúan revelando secretos y maravillas, invitándonos a contemplar los misterios de la vida y nuestra propia relación con el mundo natural que habitamos.
El viaje que comenzó Fray Tomás de Berlanga aquel día de marzo de 1535 sigue inspirando a científicos, conservacionistas y visitantes, recordándonos que algunos descubrimientos accidentales pueden cambiar nuestra comprensión del mundo para siempre.
Preguntas Frecuentes
¿Quién realmente descubrió las Islas Galápagos?
El descubrimiento de las Islas Galápagos está oficialmente atribuido a Fray Tomás de Berlanga, un obispo español que llegó accidentalmente al archipiélago el 10 de marzo de 1535 mientras viajaba de Panamá a Perú.
Sin embargo, existe evidencia que sugiere que las islas podrían haber sido avistadas previamente por navegantes incas, aunque no hay registros escritos que lo confirmen definitivamente.
¿Por qué Tomás de Berlanga no es más reconocido por este importante descubrimiento?
A pesar de ser responsable del descubrimiento de las Islas Galápagos, Berlanga no ha recibido el mismo reconocimiento histórico que otros exploradores principalmente porque su hallazgo fue accidental y no parte de una misión de exploración.
Además, las islas no despertaron gran interés económico o estratégico inmediato para España, quedando relegadas a un segundo plano en la historia de las exploraciones del Nuevo Mundo hasta que Darwin las visitó tres siglos después.
¿Cómo sobrevivió la expedición de Berlanga en las islas?
Tras el descubrimiento de las Islas Galápagos, Berlanga y su tripulación enfrentaron condiciones extremadamente difíciles, principalmente la falta de agua dulce.
Sobrevivieron exprimiendo cactus opuntia para extraer humedad y cazando tortugas gigantes, que también les proporcionaron líquido.
Después de explorar al menos dos islas del archipiélago, lograron captar suficientes recursos para continuar su viaje hacia Perú.
¿Intentaron los españoles colonizar las islas después de su descubrimiento?
Curiosamente, a pesar del descubrimiento de las Islas Galápagos en 1535, España no realizó intentos serios de colonización del archipiélago.
Las condiciones ásperas, la falta de recursos valiosos inmediatamente evidentes y la dificultad para obtener agua dulce hicieron que las islas no resultaran atractivas para el establecimiento de colonias.
Las Galápagos permanecieron esencialmente deshabitadas hasta que Ecuador tomó posesión oficial en 1832.
¿Qué relación existe entre el descubrimiento de Berlanga y los estudios de Darwin?
El descubrimiento de las Islas Galápagos por Berlanga en 1535 y la visita de Darwin en 1835 están separados por exactamente 300 años.
Aunque Berlanga notó la extraña fauna del archipiélago, especialmente las tortugas gigantes, no tenía el marco conceptual para interpretar sus observaciones como lo haría Darwin siglos después.
Sin embargo, sin el hallazgo accidental de Berlanga, es posible que estas islas hubieran permanecido desconocidas por mucho más tiempo, retrasando potencialmente el desarrollo de la teoría de la evolución.
De esta manera hemos conocido la sorprendente historia del descubrimiento de las Islas Galápagos, hecho registrado un 10 de marzo de 1535.
Fuentes: Gobierno de Galápagos | Fundación Charles Darwin | Patrimonio Cultural | Revista Académica USFQ, Vol. 15, pp. 45-67 Universidad San francisco