El 3 de noviembre de 1820, Cuenca celebra su independencia en un hecho histórico que constituye un paso más en el camino a la libertad en aquel entonces.
Transcurría el año 1795 cuando los ánimos se caldearon en el pueblo cuencano que tenía sed de libertad, mientras el Gobernador Antonio Vallejo, intentaba frenar varios intentos subversivos de los Patriotas.
«Nobles ciudadanos, prevengan las armas para la libertad nuestra y la de nuestros hijos…no queremos tirano rey», así decía uno de los grafitis que amanecieron pintados en sitios públicos de la ciudad un 21 de marzo.
Ante esto el Gobernador quiso arremeter contra los autores de este acto, pero sin éxito, sin saber que ese sería el germen de rebeldía destinado años mas tarde a brindar la independencia anhelada.
Los patriotas cuencanos de 1820, José María Vázquez de Noboa, Joaquín Salazar y Lozano, Tomás Ordóñez, León de la Piedra, José Cisneros, Pedro y Felipe Serrano.
Además de Vicente Toledo, Joaquín Astudillo, Zenón de San Martín, Gerónimo Illescas, Fernando Coronel, José Moscoso, Ambrosio Prieto, habían decidido acabar con el yugo colonial para encontrar la ruta de su propio destino.
Antonio Díaz Cruzado, Gobernador representante de la autoridad española, había accedido a entregar el mando a los patriotas el primer día de noviembre de 1820, pero al ser descubierto el proyecto, fue tomado prisionero y enviado a Quito por los caminos del Cañar.
Tomó la posta en el cargo Vásquez de Noboa, que era en ese entonces el segundo Alcalde.
El tres de noviembre mandó a pregonar bandos reales en la plaza central de Cuenca, esto fue aprovechado por los rebeldes quienes sorprendieron a la escolta y procedieron a desarmarla, pero todo había sido planificado con anterioridad y en secreto por el mismo Vázquez de Noboa.
Los patriotas, provistos de armas -escasas, por cierto-, se apertrecharon en la plaza de San Sebastián, para preparar el ataque al cuartel rigurosamente guarnecido por 109 soldados realistas al mando de Antonio García Tréllez.
La plaza central -hoy Parque Calderón-, era escenario de repetidas escaramuzas, con la reacción del pueblo en favor de la independencia.
¡Que viva la libertad, abajo los chapetones, abajo la terquedad!, eran los gritos de la gente ansiosa de acabar con el dominio extranjero.
Tomás Ordóñez, que había sufrido una herida de bayoneta en una pierna durante el asalto a la escolta, recorría por la ciudad sobre una acémila sin ensillar alentando los ánimos de todo el mundo e invitando a sumarse al movimiento libertario.
Las fuerzas eran desiguales. Al atardecer, por seguridad, los patriotas prefirieron trasladarse al barrio de El Vecino, desde donde se podía dominar la ciudad y también conseguir refuerzos de gente que venía por los caminos del norte.
Octavio Cordero Palacios escribe:
«Esta situación, grave de suyo, y mucho más aún para una ciudad donde era ésta la primera vez que se oía el estrépito de un combate, se prolongaba sin esperanza alguna de solución.
Las horas del día 3, desde la del asalto, todas las de la noche del mismo día, y las del 4 siguiente, gastadas en infructuosa lucha, eran para descorazonar aún a los más bravos.
Parece que los patriotas pensaban ya en una retirada definitiva, y que aún la habían comenzado por los dos caminos de El Rollo.
Cuando asomó allí, este último día, el célebre cura de Chuquipata, el maestro Javier de Loyola, con numerosos refuerzos de gente blanca y de indígenas armados»
Reforzados, los patriotas, rehicieron filas. Al caer de la noche se apoderaron de la plaza central, tomaron el cuartel que abandonaron en fuga los realistas y proclamaron triunfales la independencia de Cuenca.
El cura Loyola se sumó a la lista de héroes de la jornada y el pueblo le aclamaba con entusiasmo: «¡Que viva el cura Loyola, que viva la libertad. Abajo los chapetones, que muera la terquedad!», era la copla que resonaba en las calles de la ciudad.
Entonces quedó derogada la obligada promesa de 1557, cuando Pedro Muñoz y Alfonso Flores Dávila, en nombre de hombres, mujeres, niños y naturales de esta provincia, con las manos sobre los Evangelios, juraron:
«que le obedecemos e obedeceremos, e tenemos e tendremos por nuestro Rey e Señor natural, al cual Dios Nuestro Señor ensalce e guarde e prospere por muchos e largos tiempos con aumento de muy mayores Reinos e Señoríos, e como leales vasallos e súbditos obedeceremos e cumpliremos los mandamientos, leyes, ordenanzas, cartas e provisiones de su Majestad, como de nuestro Rey e Señor natural; so cargo del dicho juramento e homenaje, en nombre de toda la ciudad e provincia, guardaremos e procuraremos a todo nuestro leal poder, la vida, salud, honra e provecho de su Majestad del rey D. Felipe nuestro Señor, y el que así como dicho es, no lo tuviere, hiciere e cumpliere, caiga por ende en tal pena como si hiciese la mayor traición que puede ser fecha, e caiga en caso de pena de traición, crimine legis majestatis, e por tal sea habido e tenido, e por perjuro, infame e fementido; e a la fuerza e gravedad del dicho juramento, decimos cada uno de nos, sí juro e amén…»
José María Vázquez de Noboa comunicó la hazaña libertaria al Vicepresidente de Colombia, general Santander:
«Los días 3 y 4 del presente fueron los de la mayor ignominia para los agentes del despotismo: en ellos vieron que al valor nada se resiste, y convencidos de la impotencia de sus armas y de que la sangre de los patriotas derramada por ellos infructuosamente solo servía para electrizar a los que se habían decidido por la noble empresa de recobrar los derechos usurpados a sus mayores, se decidieron mal de su agrado a la entrega del cuartel, y a que reinase el orden, la unión y alegría que forma el carácter de los patriotas».
La proclamación de la independencia, en la pequeña ciudad de hace 179 años, fue un acontecimiento antecedido por similar acción patriótica el 9 de octubre de 1820, en Guayaquil, y seguido por efectos multiplicadores en otras ciudades del actual Ecuador.
LA CONSTITUCIÓN DE CUENCA
Con la independencia, los patriotas proclamaron la República de Cuenca.
El 8 de noviembre fue convocado el Consejo de la Sanción, para elaborar el Plan de Gobierno o Ley Fundamental de la República de Cuenca, aprobada por los diputados el 15 de noviembre de 1820.
La Junta Suprema de Gobierno quedó presidida por José María Vázquez de Noboa, «en señal de gratitud de haber sido el autor principal para plantear el sistema adoptado», quien duraría cinco años como jefe del Gobierno Político y a perpetuidad en lo militar.
Las futuras nominaciones, por dos años, serían fruto de elección popular.
Sin embargo, el entusiasmo de la libertad y de la independencia duró poco.
Vázquez de Noboa, nativo de Chile, que añadió a sus nombres y apellidos los de López de Artiga y las dignidades de Presidente de la Junta Suprema de Gobierno, Senado de Justicia, Excelentísimo Cabildo y demás Corporaciones del Distrito, General del Ejército Libertador de las Cadenas, Jefe Político y Militar de la Provincia Libre de Cuenca, estuvo en el mando hasta el 20 de diciembre de 1820.
Ese día, las huestes patrióticas fueron derrotadas en Verdeloma, cerca de Biblián, por los ejércitos reales que dejaron más de 200 cadáveres en el campo de batalla e irrumpieron en Cuenca para acabar con la República.
Vinieron largos meses de dictadura brutal durante los cuales fueron perseguidos y expropiados de sus bienes los patriotas, hasta cuando el 21 de febrero de 1822 el mariscal Sucre entró en forma triunfal para sellar la libertad definitiva, pregonera de la Batalla del Pichincha el 24 de mayo siguiente.
Desde entonces, Cuenca es libre.
Vázquez de Noboa, casado con una dama cuencana, desapareció privado de sus honores y sus bienes, conociéndose poco sobre su destino: fue a Lima, al servicio del Protector del Perú, José de San Martín.
Luego se enroló en las filas del Presidente José de la Riga Agüero, derrotado por los ejércitos de Bolívar.
El patriota de la independencia de Cuenca fue condenado a muerte, pero se ignora si la orden fue cumplida.
¿UN HÉROE INCOMPRENDIDO?
La memoria de José María Vázquez de Noboa, héroe de la independencia de Cuenca, está envuelta en brumas de confusión, incertidumbres y controversias.
Hasta poco antes de ser protagonista de las hazañas libertarias de 1820, defendió con denuedo a la corona real e inclusive consiguió que se estableciera en Cuenca el Tribunal de la Real Audiencia.
En junio de 1961 la Municipalidad de Cuenca, presidida por Severo Espinosa Valdivieso, nominó con su nombre a la calle paralela entre la Sucre y Juan Jaramillo.
Pero en enero de 1974 la corporación municipal, presidida por Alejandro Serrano Aguilar, dictó una ordenanza de nomenclatura de las calles de Cuenca, en la que se borró el nombre del prócer independentista, para sustituirlo por el de Gonzalo S. Córdova, cuyo nombre estaba antes en la actual Calle Larga.
La decisión fue aprobada cerca de un año antes, durante una sesión reservada, de la que no hay actas ni documentos para explicar los motivos por los cuales los ediles decidieron ignorar la existencia del prócer de la Independencia.
Antonio Lloret Bastidas, Cronista Vitalicio de Cuenca, que alguna vez se sumó a los criterios adversos contra Vázquez de Noboa, reconoce que sus juicios no eran justos y puntualiza: «No conviene desarraigar el nombre de Vázquez de Noboa de la historia política y militar del 3 de Noviembre: lo que conviene es restituirlo».
JAOG Con información de efemérides.ec